Sí, definitivamente, todos los tópicos que cuenta quien se ha casado, todo lo que te dicen que pasa y que va a pasar, y todas las mil y quinientas historietas y estadísticas que escuchas cuando dices que te casas, absolutamente TODO, es cierto.
En fin, no considero haber dado muchas vueltas con nada y sin embargo, el último mes, lo viví como cualquier novia histérica que he criticado millones de veces.
La boda giraba alrededor de mi vida, de mi trabajo, de mis salidas, de mis visitas. Todo era "La boda".
Los últimos días, me encontraba rara, con el estómago como si estuviera en la peor curva de una montaña rusa, pero sin bajar durante más de 72 horas. Agotador. Una sensación que, por mucho que yo me preguntara "¿ por qué?", no encontraba respuesta.
Te pasas dos meses antes en los que toda la gente te pregunta por la boda, sueñas con la boda y aunque no quieras y te lo tomes de una forma tranquila, te absorbe...no tienes escapatoria.
El mismo día de mi boda, me levanté diciéndome a mi misma que tenía que ser mi día, que tenía que disfrutarlo. Era mi única preocupación real, "montar todo esto para que luego solo disfruten los invitados, a mi me perdonen, pero no".
Cuando llegué a la peluquería, empecé a encontrarme mal, pero no dije nada. La peluquera, súper amable y psicóloga, detectando mis nervios, no paraba de contarme anécdotas de novias que no habían podido parar de llorar durante todo el peinado.
Efectivamente, y como se veía venir, hubo llanto. No sé si eran nervios, alegría, agobio, pero me quedé en la gloria. Bajé de la montaña rusa de golpe y, junto a un lexatín que me endiñó una doctora que se encontraba en la sala, todo mi día cambió.
Cuando salí de la peluquería todo lo demás fue rápido; tomar algo, maquillaje y vestimenta con la ayuda de mi madre y mis hermanas. Zapatos, ramo, tres fotos con el móvil y todo listo.
Una de las cosas que tenía claro, era que no quería que el fotógrafo viniera a casa a hacerme fotos.
Con el respeto de quien lo haya hecho, a mi no me gustan esas fotos en la casa.
Cuando bajé a la calle, me encontré con la segunda sorpresa del día, un coche precioso alquilado por el novio y del que no supe nada hasta que no lo vi ahí. Un Rolls Royce del 1953, bicolor, de un dorado y negro impecable. Con el chófer colocando las últimas flores para partir hacia la iglesia. Un coche precioso, que parecía creado para el evento.
El camino, junto a mi padre y el chófer, se me paso lento y rápido a la vez. Iba tranquila, contenta y tenía ganas de llegar y ver a todo el mundo. Ver al novio y vivir todo aquello de una vez.
La llegada fue preciosa, tranquila. Vi a todos y con todos los detalles. Quería verlo todo y escucharlo todo, vivirlo en primerísima persona y ya de paso, si podía ser, disfrutarlo al máximo.
En la misa empezó mi sobrino Antonio leyendo la primera lectura y el salmo, luego mi amiga y testigo Ani. Fue bonita, no muy pesada, con una soprano que me encantó y en la iglesia de San Miguel Arcángel que es preciosísima.
Cuando la misa terminó, experimenté otro cambio y es que ahora, llegaba la fiesta y ya, por fin, estábamos casados. Estaba feliz.
La cena maravillosa, el servicio magistral y lo que más me gustó, es que nos sentíamos los dos identificados con esa boda. Justo con lo poco que queríamos, sin hacer esperar a los invitados, sin focos, sin discursos, sin películas. Todo real, en un escenario precioso pero con la sobriedad que
deseábamos.
Se cumplieron todas las cosas que nos habían contado. Rápido, con gente que no te esperas que se vuelque así. Gente que pasa olímpicamente, gente que te dice lo guapa que vas, gente que no te dice nada, gente que disfruta mucho, gente que se va pronto, pero sobretodo que tu lo ves todo bien. Todo está bien.
Reconozco que era muy reacia a casarme así, que quería algo más intimo aún, que no necesitaba una boda para ser más feliz, pero una vez hecho a nuestra manera, me gustó mucho.
Si me volviera a casar, cosa que con total seguridad no ocurrirá, lo haría todo exactamente igual. Si tuviera que pasar otra vez por todo, que lo dudo, viviría ese día y quitaría todo lo anterior, y si tuviera que elegir con quien hacerlo, sería con la misma persona, sin duda alguna.
Si tuviera que aconsejar sobre si casarte o no, aconsejaría que de una manera u otra, sí. Que aunque digan que no sirve para nada, el simple hecho de ver a todo el mundo tan feliz, ya te hace feliz a ti. Probablemente será el único día de nuestras vidas en el que veamos a todos nuestros seres queridos, familiares y amigos juntos y que aunque digan que es un mero trámite, a mi, si me ha cambiado la forma de ver las cosas, después de casada. Ha sido el día mas emotivo y de nuevas sensaciones que he vivido. Por mucho miedo que le tuviera al dichoso bodorrio;
me alegro de haberlo vivido.
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Firmando el matrimonio |
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Ya en la puerta de la iglesia |
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Llegada a Promenade |
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Mirando una cosita que me prepararon amigas y hermanas |
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A punto de empezar la barra libre |
Gracias a mi familia por el apoyo incondicional y a todos los invitados que hicieron de este día, un día tan especial
Gracias!