PINTANDO EN TACONES

domingo, 9 de junio de 2013

Hotel Hilton Sa Torre

 Fue el dueño del palacete donde está este hotel, el que en un certamen de pintura del natural en Bocairent, un pueblo precioso de Valencia, fue seleccionando a artistas que estaban participando. Los seleccionados estaban invitados a pasar ocho días a gastos pagados en el Hilton Sa Torre Palma de Mallorca. Disfrutando no solo de su gastronomía, si no de su exquisita atención, espá, masajes y un coche en la puerta para cuando lo necesitásemos. Nos hicieron sentir como auténticas personalidades. Nada mas llegar todo el personal del hotel sabían nuestros nombres y María, el ama de llaves del Palacete, nos mostró todas la dependencias al mismo tiempo que nos iba contando un poco de su historia. Un lugar muy interesante.

A cambio de esta estancia, debíamos donar una obra que se tenía que hacer durante estos días y donde se representase el alma del hotel; paisajes, interiores, interpretaciones, etc...donde el artista tenía absoluta libertad de decisión.

   La fecha tenía que ser antes o después de temporada alta, pero como yo me dedico a catering de comedores escolares, solo podía a partir de julio.
Efectivamente, tras esta solicitud y aunque costó un poco, nos concedieron la tercera semana de julio y allá que nos fuimos, muy ilusionados sin saber muy bien lo que nos deparaba aquella bonita isla.

Aeropuerto de Alicante



Como he comentado alguna vez, el avión no es santo de mi devoción, pero la verdad es que Mallorca desde Alicante fue visto y no visto.
Al llegar, nos estaba esperando un botones del hotel con el cartelico para identificarse y para llevarnos al sitio.
Cuando llegamos, a lo único que acertábamos era a mirarnos muertos de risa, no dando crédito del sitio tan espectacular. Alucinados.
   Un palacete con un exterior precioso, con un molino de viento centenario, una fabulosa capilla  de estilo gótico, dos piscinas inmensas, espá, gimnasio, un buffet que te mueres y un trato inmejorable.

Nada más llegar ya nos trataban de señores y todo el personal, hacía que nos sintiéramos, aún más, en un paraíso.
Nos llevaron a una suite a pié de piscina, con terraza independiente y con una puerta dentro de la misma habitación que comunicaba con un estudio con todo tipo de maeriales para pintar el cuadro, que era nuestro principal cometido.

Los dos o tres primeros días, nos dedicamos a observar todos los rincones del hotel y a disfrutarlos. A respirar el ambiente, en su gran mayoría extranjero, a disfrutar del gran servicio culinario, todo riquísimo, a cenar en las terrazas, de grandes desayunos, con ese silencio interrumpido por algún pájaro o algún niño, muy levemente.
Un ambiente de descanso total que invitaba a la inspiración del artista a hacer algo verdaderamente bueno.

   La gobernanta y ama de llaves del hotel, María, una mujer encantadora, estuvo muy pendiente de nosotros y de nuestras peticiones. Solo tuvimos que insinuarle que nos enseñara habitaciones que el hotel reservara para ocasiones muy especiales, para que nos mostrara la suite más bonita que nunca he visto.
Cristóbal quedó impresionado con aquel espacio y, por fin, vio claro el cuadro que quería pintar, por supuesto, pidió permiso para poder interpretar aquel maravilloso interior del hotel que tanta historia albergaba. Cris, se empeño en que María y yo posásemos, es algo que hago encantada pero reconozco que cuando lleva media hora diciéndome como tengo que colocarme y lo que tengo que hacer, me desespera y terminamos enfadados, pero bueno, nos dispusimos al antojo del artista, y mientras él tomaba apuntes, nosotras charlábamos sin parar. Se hizo más ameno con las historietas que me iba contando María, del hotel y alguna de su vida también.


   Inmediatamente se puso a pintar. Durante cinco días, estuvo pintando casi sin descanso nada más que para comer, dormir y algún chapuzón para desconectar un poco y refrescarse. Conforme iba avanzando en el cuadro y desde la primera mancha, ya coincidimos los dos en que iba a quedar bien. Él estaba contento.
   Un tema clásico, con técnica clásica pero no muy agarrado y con unas luces de interiores que tenían que impactar, por su calidez y naturalidad.
   Es increíble, como pudo plasmar la esencia de esa suite en un lienzo y transmitir tanto.
Yo, mientras él pintaba, leí un libro y me dediqué a descansar que falta me hacía. Estuve encantada y muuuuuy tranquila.


   Al séptimo día, Cristóbal descansó y tuvimos la visita en el estudio  del Sr.director del hotel. Quería ver la obra finalizada y saludarnos. No lo habíamos visto en toda la estancia y estábamos un poco nerviosos por su visita.
   Cuando llegó lo teníamos todo listo, el estudio recogido y limpio, los trabajos realizados, y expectantes por la reacción al verlo.
Al entrar a nuestra suite y junto a él su secretaria, se presentaron y fueron tan amables como extremadamente educados. Se hicieron fotos con la obra, se interesaron y nos preguntaron por nuestros días allí, a lo que no tuvimos más que palabras de agradecimiento y halago por el maravilloso trato.


   Con la estancia en el Hilton ya nos sentíamos ganadores porque nunca habíamos estado en un hotel de aquella categoría como invitados y fue una experiencia maravillosa e inolvidable.

   Hace unos quince días que llamaron a Cristóbal para informarle de la entrega de premios en Bocairent, una vez más, y para decirle que tenía que ir porque estaba entre los tres primeros seleccionados.
   Después de pensarlo muy mucho para desplazarnos, ya que era evidente que no era el ganador porque, pensábamos, se lo habrían comunicado, nos decidimos finalmente a ir.

Fue un martes y llegábamos un poco tarde porque yo trabajé hasta los últimos cinco minutos antes de irnos, pero llegamos bien. La entrega del Premio era en un hotel bastante más sencillo que el Hilton, pero igualmente bonito. Allí habían como unas cincuenta personas, el director del hotel, el alcalde del pueblo, la concejala de cultura y algunos concursantes.

   Todo fue muy rápido y muy fluido. Nos pusieron un video de todos los artistas que habían pasado por el hotel. Un video muy bonito y emotivo, con una música preciosa y que nos trasladó de nuevo a esos días de paz.
   Nombraron a los tres seleccionados, tras unos breves y a la vez infinitos segundos, finalmente nombraron al único ganador.
   ¡El premio era para Cristóbal Pérez! muy emocionante, nunca deja de serlo escuchar su nombre en el fallo. Entre aplausos, risas y ovaciones, sacaron la obra y la colocaron en un curioso caballete muy antiguo. Hicimos un centenar de fotos, y pusimos la guinda a esa experiencia tan curiosa, bonita y totalmente azarosa que tuvimos en el verano del 2012.





   Creo que el cometido del hotel era llenar las paredes de obras de arte de verdad y que en la segunda edición, que era esta, ya lo habían conseguido. Una muy buena manera de tener buenas pinturas, sin duda.

   Muy agradecidos y sobre todo, muy contentos por haber decidido ir a esa entrega de premios.
Pues eso.



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